jueves, 8 de mayo de 2008

Vialia. Cuando la política juega al Monopoli

Por desgracia para quienes apostaron por ella, la operación urbanística y ferroviaria de Renfe no fue tan maravillosa como nos la vendieron.


En 2003, quienes defendíamos una estación de tren de marcado carácter ferroviario antes que comercial, con menos espacio para tiendas y bloques de pisos y una marquesina rehabilitada para dar cabida, por ejemplo, a jardines tropicales (véase la estación de Atocha) fuimos tachados de contrarios a la modernidad.


En Málaga triunfó el modelo del centro comercial con trenes, desaprovechando unos terrenos en el corazón de la ciudad a mayor gloria de nuestro sentido merdellón de la existencia. De paso, nuestras autoridades enviaron al quinto infierno (metafóricamente hablando porque está en los depósitos de El Duende) la estructura de hierro con restos originales de la primitiva estación. ¿Alguien respeta el pasado en una ciudad que sólo busca el rendimiento económico inmediato?


Renfe hizo el negocio del quinquenio, dejando a Málaga el regalito de una zona cargada en exceso de centros comerciales, mientras los gestores de este macrocentro de ocio y compras prometían el oro y el moro a quienes se entrampaban en la aventura empresarial.


Pero el futuro nunca es tan hermoso como lo pintan, sobre todo si en el cuadro imperan los amaneceres gloriosos. La Justicia ha dejado claro que las tiendas de Vialia no pueden abrir domingos y festivos y con ese panorama, las tiendas pierden dinero y algunas no tienen más remedio que cerrar. Ojalá que las lógicas reclamaciones de los comerciantes sean todas atendidas porque les han vendido la burra.


Pero de trasfondo queda una operación urbanística poco meditada, en la que las necesidades reales de esa zona de Málaga, la Carretera de Cádiz, nunca se tuvieron en cuenta.


En el solar de Repsol y en Martiricos caerán las mismas brevas. Con tantos millones de euros en juego, el interés general se convierte en un concepto nebuloso y amoldable.


¿No queríamos un centro comercial con trenes?, pues estas son las consecuencias de una cabezonería tan nuestra, que confunde la modernidad con las ganancias ´sobredimensionadas´ (y perdón por el ´palabro´).

Alfonso Vázquez, La Opinión de Málaga, 08/05/2008


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