miércoles, 7 de mayo de 2008

El rascacielos de Gibralfaro, un regalo para la eternidad

Hasta el alcalde ve poco factible echar abajo ese vergonzoso mamotreto porque las cifras de la expropiación serían astronómicas.

En la Historia Universal de la Infamia que escribió Borges falta una de las infamias urbanísticas más horteras del siglo XX. Nos referimos a un edificio levantado en la más estricta ´alegalidad´, en la falda del Monte Gibralfaro y que desde su construcción pregona a los cuatro vientos que Málaga es una ciudad agreste en la que todas las pesadillas pueden materializarse en forma de edificios.


Los turistas que nos visitan, con echar una ojeada a este mamotreto indigno ya saben de qué pie cojea nuestra ciudad, que tiene el mismo problema de ´incontinencia urbanística´ que Atenas.


La forma en la que se levantó este atentado estético contra Málaga quizás rozó la ilegalidad y desde luego se adentró (con éxito) en el campo autóctono del merdelloneo arquitectónico.


Ya lo hemos contado alguna vez: a comienzos de los setenta, al detectar movimientos de tierra en la ladera del monte, el Ayuntamiento envió a un técnico para ver qué puñetas estaban haciendo por allí. El técnico municipal, que todavía vive para contarlo, se encontró con un soldado, fusil en ristre, que no le dejó pasar, aduciendo que los terrenos eran propiedad del Ejército.


Un grupo de militares, a espaldas del Ayuntamiento, se montó este rascacielos de horrenda ubicación, salvo para quienes disfrutan de sus vistas.


No es ningún secreto que al actual alcalde de Málaga le gustaría expropiar esta exhibición de mal gusto, para que la ciudad contara con un atentado urbanístico menos. El otro día comentaba al autor de estas líneas que la idea es por ahora de imposible realización, porque la expropiación podría costar del orden de mil millones de euros, suficientes para que Cristiano Ronaldo y toda su familia pudieran jugar en el Málaga hasta jubilarse.


Así pues, por ahora no sonará la flauta, y tendremos que soportar esta ´horterada de altura´ unas cuantas décadas más.


Y no olvidemos que el problema de un rascacielos levantado en un sitio inadecuado lo tendremos los próximos años en ración cuádruple. La construcción de las torres de Repsol supondrá contar con 20.000 metros cuadrados menos de zonas verdes de las proyectadas en su día en ese solar, y un aumento espectacular de la densidad de población en una zona ya altamente poblada, que lo último que necesita son rascacielos. En Málaga tropezamos con la misma piedra las veces que hagan falta.


Alfonso Vázquez, La Opinión de Málaga, 07/05/2008


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