La pérdida de suelo de las cabeceras de los ríos de Málaga y la construcción de las desembocaduras en el último medio siglo aumentan el riesgo de inundaciones en una zona de frecuentes lluvias torrenciales.
Medio siglo ha bastado para que el ladrillo y el cemento se hayan impuesto con rotundidad en la franja costera de la capital malagueña donde es difícil encontrar a estas alturas un espacio sin construir. Pero aunque en apariencia los mayores cambios se han producido en la zona litoral por culpa del urbanismo, no menos graves son los que el abandono de las tierras cultivables de la parte alta de las cuencas de los ríos y arroyos de la ciudad han provocado. Dos circunstancias peligrosas si se aúnan y que podrían acarrear consecuencias imprevisibles en caso de lluvias torrenciales.
Las zonas agrícolas que tradicionalmente ocupaban las cabeceras de estos ríos han ido desapareciendo durante las últimas décadas por la escasa rentabilidad del campo y eso ha favorecido el avance imparable de la erosión en una zona que tampoco ha sido reforestada para contrarrestar este fenómeno.
La cabecera del arroyo Gálica es un ejemplo. "Si se observa la evolución de los últimos 50 años en una fotografía aérea de la zona apenas se aprecian cambios significativos, pero la realidad es que se han perdido unos 60 centímetros de suelo", aseguró ayer el profesor titular de Geografía Física de la Universidad de Málaga José Damián Ruiz Sinoga durante la ponencia titulada De la desertificación a la ordenación de cuencas y que cerró el ciclo de conferencias de este año del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU).
Una situación que también se repite en el resto de las cabeceras de los ríos y arroyos que se convierten en un auténtico polvorín para las zonas donde desembocan cuando llueve de forma torrencial. Es el peligro, explicó Ruiz Sinoga, de haber usado una zona forestal como agrícola durante años y después abandonarla "sin haber llevado a cabo unas adecuadas prácticas de conservación y dejar el suelo completamente desprotegido frente a la erosión".
La zona de Los Montes de Málaga es un claro reflejo de esta realidad y la ausencia de planes de reforestación acentúan el problema en una zona cada vez más erosionada.
El experto asegura que siempre ha existido el riesgo de inundación o de riada en Málaga capital debido a su marcada orografía. La diferencia, según señaló, es que "hace 50 años la desembocadura de estos ríos estaba rodeada de cultivos que si se inundaban no pasaba nada".
Pero ahora es distinto. La franja costera de la ciudad está masificada por las construcciones que se han ido levantando en estos años y que se convierten en "peligrosos obstáculos" para la evacuación del caudal frente a una avenida como ya ocurrió en las graves inundaciones de 1989 o las que sufrió la zona este de la ciudad hace menos de tres años.
El riesgo para las vidas humanas es, a su juicio, la consecuencia más dramática de la falta de iniciativa de las administraciones competentes para poner freno a la desertificación que sufren las cabeceras de estos ríos, que tienen la función de reconducir el caudal hasta su salida al mar.
La vegetación es la clave para evitar que esto ocurra porque "en un sistema donde falla un elemento puede hacer que falle todo lo demás", según el profesor de la UMA.
La orografía, el régimen de aguaceros y el modelo caótico de urbanización del litoral convierten a gran parte de la costa de la provincia en un área extremadamente vulnerable respecto a las inundaciones. El peligro es extensivo a casi toda la Costa del Sol donde la distancia entre la cabecera de los arroyos y el litoral es de apenas tres o cuatro kilómetros y una gran pendiente, que en caso de que llueva con intensidad hacen que aumente la velocidad del agua y las consecuencias se multipliquen.
Casi el 40% de la superficie de la provincia sufre ya un alto grado de erosión por culpa de la desertificación, un fenómeno que se acelerará como consecuencia del cambio climático.
Málaga Hoy, 10/06/2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario