miércoles, 12 de agosto de 2009

Compañeros de la Vers


En 1975 cerraron los talleres metalúrgicos de la Vers, situados en Huelin, cerca de la playa. Ayer, 35 años después, antiguos trabajadores de aquella fábrica se reencontraron.


Las canas en el menguante pelo y las arrugas en la cara evidencian el paso del tiempo. No en vano han transcurrido 35 años desde que cerró la fábrica en la que trabajaron y compartieron esfuerzos, desvelos, alegrías y penalidades. Ayer antiguos empleados de la empresa S.A. Vers se reencontraron y recordaron cuando pertenecían a la metalúrgica situada en Huelin, que fue santo y seña de la industria malagueña desde su apertura en 1923 hasta que echó el cierre en marzo de 1975. Entre una fecha y otra quedan en los papeles no escritos de la vida infinidad de historias de personas anónimas que dejaron lo mejor de su existencia en esa empresa metalúrgica, que reparaba material de Renfe, así como de la Azucarera y Financiera y Minera, fundamentalmente.


De los 1.500 obreros que llegó a tener la acerería, sólo quedaban 106 cuando se produjo el cese de la actividad. Quince de ellos, con edades comprendidas entre los 66 y los 84 años, compartieron ayer mesa, mantel y recuerdos en la peña Abadía, cerca de donde estuvieron los talleres a los que ofrecieron su juventud. «Lo que más me impactó cuando llegué a la empresa siendo casi un niño es que me encontré con gente que había sufrido la guerra civil. La Vers fue mi verdadera escuela», afirma José Antonio Ruiz, impulsor y coordinador de esta cita entre antiguos compañeros. A su lado está Francisco Gallego, que a sus 84 años es el decano de la reunión. «Desde el 28 de junio de 1939 trabajé de tornero en la empresa. La Vers fue mi vida. Echaba doce horas diarias. Era duro, pero tenía muy buenos amigos», dice Gallego.


El cierre de los talleres supuso un mazazo para los empleados, que se quedaron en la calle. El único lado bueno es que les pagaron de indemnización dos meses por año trabajado, más de lo que hoy es habitual. José Antonio Ruiz, que era de los más modernos, recibió 227.000 pesetas. Con ese dinero se fue con su mujer a Roma cuatro días. «Fue un viaje de bodas varios años después de casarnos», relata.


Francisco Pineda, al igual que Ruiz, cursó los estudios de graduado social a la vez que trabajaba. «La Vers, en ese aspecto, nos daba muchas facilidades y nos costeaba la matrícula y los libros», comenta Pineda.


Una gran familia


Para José Bueno Yébenes, lo mejor de aquellos años era que se estaba muy a gusto. «Éramos una gran familia con unas relaciones humanas estupendas». En términos parecidos se expresa Antonio Prieto, que nunca olvidará los más de veinte años que trabajó como modelista de fundición. Su compañero Antonio García Santos entró en la Vers con 13 años, de botones, y llegó a oficial administrativo de primera. «¡Qué tiempos aquellos! Por mi primer sueldo cobré 117 pesetas».


Durante los años que Pablo Hurtado estuvo en los talleres no pudo ver a su padre. Perseguido tras la guerra civil, era conocido como 'el topo de Genalguacil'. No salió a la luz hasta que acabó la dictadura. La fábrica cerró meses antes.


Diario Sur, 15/05/2009


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