jueves, 8 de enero de 2009

La Málaga de los castillos


Un centenar de fortalezas se reparten por la provincia. La mayoría están en ruinas.


Su torre y sus murallas recortan el paisaje y se otean en el horizonte; sobre la verde colina sus restos nos recuerdan que vivió tiempos mejores; desde dicho promontorio se divisa un extenso terreno de la comarca del Guadalteba, que explica por qué se enclavó en tan estratégico lugar. Es el castillo de la Estrella, ubicado a la salida del municipio de Teba, considerado como el segundo de mayor dimensión del centenar de fortificaciones (no se incluyen las torres vigías o almenaras) halladas y repartidas por la geografía malagueña, desde los montes a las zonas costeras. Un legado, en muchas ocasiones desconocido para los malagueños, en cuyas piedras está escrita parte de la historia de Málaga desde el siglo VIII de nuestra era.


El tiempo, las vicisitudes históricas y, en ocasiones la mano descuidada del hombre, han sido jueces implacables que han hecho que la mayoría de estas piezas de la arquitectura militar se encuentren en un estado de conservación deficiente y descuidados, como señala el actual decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga, Sebastián Fernández, quien en los ochenta realizó su tesis doctoral sobre esta materia. Es el caso Bentomiz -en la localidad de Arenas-, considerado por los estudiosos como la fortaleza de mayores dimensiones de las conocidas en la provincia, y en cuyo interior se encuentran tres aljibes, uno de ellos de estilo nazarí similar al existente en la Alhambra granadina.


«Desde que hice las investigaciones de campo para mi tesis doctoral suelo visitar las fortificaciones con frecuencia y veo un deterioro progresivo preocupante. Es necesario, para preservar este patrimonio, que se hagan planes directores de restauración y consolidación para convertirlos en un elemento de atracción turística. Con el patrimonio que tenemos en fortificaciones en la provincia de la época musulmana en otros lugares harían maravillas», apunta con cierta amargura este investigador, que considera que en algunos de los que se han conservado hacen faltas actuaciones serias para preservarlos en mejores condiciones.


Venta a privados


Algunas han llegado hasta nuestros días y han tenido que ser restauradas, como el caso de la Alcazaba de Málaga (siglo XI) en cuya interior, hasta principios del siglo pasado, aún había gente viviendo, con lo que eso supuso para su deterioro. Y es que la dejadez ha sido una de las notas características en relación con este tipo de arquitectura. Así, según recuerda Fernández, hasta hace bien poco una parte del castillo de Almogía era utilizado como perrera. O el caso del castillo de Monda, que fue vendido a un particular que lo convirtió en una instalación hotelera. También pasó por manos privadas el castillo de Sohail (o Suhayl, en árabe), cuyo último dueño fue Leopoldo Werne de Bolin, antes de pasar a ser de titularidad pública y usarse con fines culturales.


Las fortificaciones más antiguas datadas en la provincia, según los datos aportados por Sebastián Fernández, son los llamados castillejos, erigidos durante la primera fase del emirato musulmán en las zonas montañosas. A ésta época pertenecen los del Río de la Miel -situado en Maro, en el punto geodésico que divide Málaga y Granada-, Tolox y el de los Negros en Marbella.


Posteriormente, durante el califato empezaron a construirse castillos con unas técnicas más complejas y características, que se perfeccionaría durante los reinos de taifas a partir del siglo XI. También dejaron su impronta arquitectónica los almorávides, unos monjes-guerreros que establecieron un 'ribat', Sohail, en una pequeña colina en la entonces inexistente Fuengirola.


Respecto a las torres vigías que también se encuentran por la provincia, el decano de Filosofía y Letras explica que éstas ya existían en el siglo IX y X, situadas en la línea de mar. «Su función entonces era la de la vigilancia y mediante un sistema de señales establecido avisaba a las fortalezas de los peligros que se avecinaban, es decir, su funcionalidad era tener una óptima comunicación entre el mar y el interior. Con el paso del tiempo aumentaron su importancia y sus dimensiones», detalla Fernández. Estas estructuras presentan una tipología muy variada: troncoconicas, cuadradas, circulares o de pezuña.


En ruina o restaurados, con más o menos elementos originales, todos ellos forman parte de la ruta de los castillos de Málaga, unas estructuras que, como dice el refrán, si las piedras hablaran, nos contarían secretos e historias muy interesantes del pasado de esta tierra.


Diario Sur, 08/12/2008



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