miércoles, 6 de junio de 2012

La Costa del Sol y el reto de sus islas vírgenes


Su apariencia es rara, pero, sobre todo, heroica. Desde el aire, a vista de pájaro, parecen el punto ciego de una línea discontinua. Lenguas de mar, de tierra y de verde en mitad de una cinturón inagotable de edificios. La Costa del Sol aún conserva sus islas vírgenes, a pesar de los excesos y las décadas de relajación urbanística. Son pocos, aunque de alto valor ecológico y con una presencia que, si bien esta protegida, cada vez suena más a épica. Especialmente ahora, mientras suenan los ecos cercanos de Valdevaqueros, la playa amable de Tarifa.

En Málaga, tantas veces desagradecida con el mar, perduran como dos salvajes aún no convencidos, las playas de Arraijanal y de la desembocadura del Guadalhorce. En el caso de la primera la figura de protección es más difusa. La marisma, situada a un traspiés de los yacimientos fenicios, ha sido intimidada muchas veces con proyectos urbanísticos, especialmente a partir del PGOU de 1997, que declaraba parte de su suelo urbanizable. En la desembocadura, en cambio, rige la calificación de paraje natural, lo que no quita, sin embargo, que sus aledaños se vean a menudo afectados por la falta de limpieza y el descuido. Los especialistas lo tienen claro: «Puede tener la seguridad de que si no fuera por la calificación de protección ninguno de estos lugares existiría», declara José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga.

Juan Jesús Martín, investigador del Aula del Mar, corta en seco el afán transformador del paisaje, que se ha acelerado en el último medio siglo. Habla de los efectos perversos de una tendencia todavía viva, la de la prolongación sistemática de los paseos marítimos. «No podemos edificar toda la costa porque es precisamente eso lo que ha provocado que desaparezcan numerosas playas», indica.

Los datos de la provincia son incontestables. Más del sesenta por ciento del litoral está ya edificado; de momento los acantilados de Maro-Cerro Gordo se mantienen como un vestigio de otros tiempos menos impacientes. En este caso también funciona la figura legal de preservación; el espacio, que debe su riqueza orográfica a la influencia de las estribaciones serranas y del mar, está declarado como Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM). Sus calas, punteadas con recodos de alto valor ecológico, descifran un paisaje que se ha convertido en atípico en la Costa del Sol, al igual que el de las dunas de Artola, en Marbella, que, sin embargo, es descrito por los especialistas como una de las mejores aproximaciones al aspecto original del litoral andaluz.

El yacimiento de arena, que contiene tres tipos de dunas, con presencia continua de especies como el narciso de mar, mantiene la categoría de Monumento Natural. Ruiz Sinoga recuerda que la preservación no sólo depende de la salud del espacio, sino también de sus alrededores. «De nada sirve aislar un paraje si se interviene en sus alrededores. Es como si se protege la maceta y se ataca a las raíces», razona.

Cerca de Artola, en la costa de Mijas, los bancos de arena de Calahonda también preocupan a los ecologistas. Juande Fernández, responsable de Greenpeace en Andalucía, insiste en que el espacio, a pesar de estar declarado como Lugar de Importancia Comunitaria, se ha visto a menudo amenazado por los programas de regeneración de arena, que han resultado agresivos con la vegetación subacuática. Además, insiste, concurren los planes de construcción del puerto deportivo, que podrían afectar el paisaje.

Juan Jesús Martín incide en que la protección no se subordina en exclusiva al impulso de las administración, a las que insta a resolver el problema de saneamiento y respetar el valor del entorno. Señala, en este sentido, a la colaboración para evitar la contaminación de las aguas, afeadas, visiblemente en verano, por la aparición de las famosas natas. «Es muy importante la tarea de concienciación, que debe dirigirse también a los turistas», sostiene. El portavoz del Aula del Mar alude asimismo a las torres vigía, algunas con catalogación BIC, pero apenas realzadas en el paisaje urbano.

Campañas para pensar en verde. Un taller de concienciación acústica, organizado por el Colegio de Peritos de Málaga y una campaña de reparto de tomateras, en la que colabora el Ayuntamiento y OSAH, son algunos de los actos previstos hoy en Málaga para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, que también incluye diferentes movimientos de sensibilización en campos como el reciclaje y el consumo de energía.

En la capital, los barrios de Palma-Palmilla, Bailén Miraflores y Cruz de Humilladero serán testigos del reparto de alrededor de 10.000 plantas de tomate, que forman parte de la iniciativa La Cosa tiene tomate. Según detalló ayer la asociación Osah, las mesas se instalarán en la calle Erasmo, la avenida de Barcelona y la plaza Cluz de Humilladero, donde se hará entrega a los ciudadanos de las plantas como símbolo de la fragilidad y magnificencia de la vida.

Por su parte, el Colegio de Peritos de Málaga impartirá un taller sobre ruido a medio centenar de niños de seis colegios distintos, que tendrá oportunidad de usar sonómetros profesionales y conocer las molestias que genera la contaminación acústica. El objetivo es concienciar a los alumnos sobre el problema.

En la plaza de la Merced, la asociación Ecovidrio distribuirá bolsas especiales para animar a los viandantes a reciclar el vidrio, mientras que Reparalia pondrá en marcha una campaña con el objetivo de evitar el despilfarro en el uso del aire acondicionado.

La Opinión de Málaga, 05/06/2012

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