domingo, 8 de marzo de 2009

Adiós a las bolsas de usar y tirar


Sacos de tela, carritos, cestas... Las alternativas ecológicas a los recipientes de plástico se extienden entre los malagueños ante los problemas medioambientales que genera su proliferación.


La breve conversación, captada al vuelo, se produjo hace unos días en una panadería cercana a la plaza de la Merced, en la capital. Un joven pidió una barra y, ante el ofrecimiento de la dependienta para que la guardara en una bolsa serigrafiada, su respuesta fue: «No, quédesela, no me hace falta». La mirada de la trabajadora denotaba que no era la primera vez.


«Cada vez hay más gente que trae su propia bolsa de casa, se lleva el pan sólo envuelto en el papel o lleva bolsos o taleguillas de tela como las que había antes», explica esta testigo de primer orden de los hábitos de consumo de los malagueños.


«Déjelo, cabe en esta», sonríe un joven tras pasar por la caja del ultramarinos que hay al lado. Ha comprado un par de latas, que coloca con el resto de la compra, y un paquete de papel higiénico, que tiene su propia asa.


Muy cerca, la entrada a un supermercado de la zona aparece repleto de carritos con ruedas y, al contrario de lo que pudiera parecer, muchas de las caras de la cola son jóvenes. El establecimiento pertenece a la cadena DIA y los clientes saben que allí cada bolsa tiene su precio.


La conciencia medioambiental se ha aliado con el bolsillo y el que no lleva su cesto con ruedas trae consigo alguna de una visita anterior. En el peor de los casos, el usuario se afana por que toda la compra quepa, como máximo, en un par de recipientes, que son más grandes de lo habitual y están preparados para soportar mucho peso.


Carritos en la puerta


El hecho de tener que pagar no es la única razón para tan cívico comportamiento. En otro súper del Centro que las da gratis la situación es similar: carritos en la puerta y, en la cola, algunos cestos de los de toda la vida y los víveres bien organizados para coger las menos posibles.


Aunque no es posible cuantificarlo, las escenas descritas y los testimonios de comerciantes y usuarios ponen de relieve un importante cambio de tendencia en la actitud de los malagueños frente a la proliferación de un residuo altamente contaminante y que tarda siglos en degradarse.


Los envases de usos múltiples se imponen frente a los de usar y tirar. En los bazares y las tiendas de menaje, utensilios para hacer la compra como las cestas de esparto, antes en desuso, aparecen ahora en lugares destacados, y llevar un saquito de tela colgado del hombro está de moda. Incluso los hay para incorporarlos a las bicis o a las motos, y cajas desmontables para llevar en el maletero del coche.


En los supermercados


Las grandes superficies no han tardado en sumarse y se preparan para una nueva realidad, en la que la llegada de normas estatales y europeas para controlar la proliferación de embalajes hará que éstos no sean tan asequibles como ahora. Unos han optado por vender sus propios modelos o por entregar otros menos contaminantes, como las cajas de cartón y los paquetes de papel.


Y otros, las cobran. Las cadenas DIA y Lidl fueron las primeras en poner una cuota de tres céntimos por cada una, tal y como ocurre en la mayoría de países europeos. A su vez, Eroski y Carrefour venden toda una gama de modelos de tela, de fibras vegetales, como la rafia, o de TNT (una especie de plástico de alta resistencia), que se pueden usar muchas veces sin romperse.


Más opciones: en Alcampo y establecimientos como Viveros Guzmán distribuyen cajas de cartón duro para transportar las compras, más fáciles de producir y, sobre todo, de reciclar. Y en las tiendas de ropa la han sustituido casi por completo por paquetes de papel.


Ecología y moda


Este último no es el único aporte del mundo de la moda a la lucha contra la proliferación de este derivado del petróleo. Varios diseñadores se han subido al carro y tienen sus propias líneas de bolsos decorados. La gama es casi infinita.


Sin necesidad de llegar a tales extremos, muchos malagueños las reutilizan como bolsas de basura (tanto orgánica como para separar los materiales reciclables), con lo que evitan tener que comprarlas; y, como se ha visto, también las llevan plegadas para hacer sus compras sin necesidad de generar más residuos.


Un estudio de la sección de residuos de la organización Ecologistas en Acción afirma que una bolsa convencional tiene una vida media de sólo doce minutos. Si no se recicla, tardará décadas en descomponerse y desaparecer. Y si se recicla, en el proceso consumirá agua y energía. La próxima vez que la tenga delante en la caja del supermercado, piense en si realmente la necesita.


Diario Sur, 15/02/2009


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